Hacia la noche...

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domingo, 27 de mayo de 2012


La confesión.
I.- El encuentro.
-Si una mujer te dice: “puedo hacerlo mejor que tú… puedo mejorar cualquier cosa que hagas con tal de destruirme, llegar muy lejos… lo sé, eres capaz de contestarle: nena, te espero en la meta”
“P” se ríe. “A” un viejo amor de la adolescencia ha llegado. Se han encontrado en una calle céntrica. Para ambos ha sido una sorpresa. “A” es madre, se lo cuenta ante una taza de café.
-Siempre quise encontrarte ¿sabes? –le dice “P”-, en Ciudad de México, quiero decir. Siempre quise llamarte, encontrarme contigo, tener algo contigo… el que estuvieras casada le aportaba un grado de morbo dulce-amargo al hipotético encuentro. Y encima madre de esa niña…  
-Pero no lo hiciste… tú querías una hija que pude darte…
Él ríe.
-No hay nada tuyo en Facebook, busqué y sólo supe tu dirección y teléfono, pero no me atreví al saber que era el teléfono de tu casa. Podía haber contestado tu esposo.
-¿Ya ves? No hay nada… Sólo mi hija…
-Ahora no hay nada… para ti… para mí siempre ha habido.
-Sigues siendo un romántico incorregible. Aquél que decía amarme…
-Tu chilanga madre –“P” se ríe-, así la llamaba mi amigo “Mo” ¿sabes? a él no le caía bien –“A” cierra los puños y frunce los labios-, discúlpame, tu madre no me quería ¿recuerdas?... en fin, te cuento: ella, tu madre, me dijo que yo no podría amar a alguien jamás. Que lo mío era una novedad de tres a seis meses, luego venía el tedio. Y tenía razón. Sexo a tope por unos meses. Eso se lo hice a la chica hippie… debo hablarte de la chica hippie y mi encuentro con el folklore mexicano… se lo hice…
-¿Quieres caminar?
Se levantan. Caminan como amigos aunque las ansias son muchas. En una calle poco transitada “A” se detiene, lo que hace detenerse a “P” un poco sorprendido, a su lado. Ella acerca el calor de su cuerpo a él. “P” recibe ese cuerpo extraordinario, esa piel morena y ese cabello largo que recuerda oliendo a almendras hace ya, muchos años. Y las tetas que chupaba deliciosamente, sentados a horcajadas, uno frente al otro, en una posición tántrica, sobre un mueble de madera en la casa de una tía, ya fallecida, a la que iban a follar libremente. Otra época en la cual ninguno se conocía a sí mismo aún porque nao se había visto en el espejo empañado del amor distinto, de lo que se ha venido llamando sexo “alternativo” aunque ya intuido.
-No más sexo descafeinado, nena… te quiero para otra cosa… deseo mostrarte algo.
“P” levanta su guayabera y le muestra la espalda. “A” mira el tatuaje:
-¿Ahora usas tatuajes?... ¡No manches!... “S.S.C.”… ¡La tríada BDSM! ¿Qué ha pasado contigo?
-Mira esta –le muestra una en su teléfono móvil-. Es cuando me lo estaban haciendo.
-¿No te dolió? Tienes la piel súper enrojecida… ¿qué pedo contigo?
Él ríe.
-Surgí otra vez, volví…
-¿A poco era cierto lo de la casona y las orgías, las niñas bien que se vendían…?
-Y tú no me creías. Yo te fui sincero, honesto. Tu novio era un explorador de la carne… Olvídalo. ¿Sabes? Te imaginaba. Te imaginaba por las noches cuando estaba con otras… recordaba este cuerpo de puta que tienes. Recordaba tus tetas y esas nalgas… te imaginaba cogiendo como perra con tu marido. Alguna vez sentí celos… luego me pasó algo maravilloso. Quizá no me creas pero me pasa con todas las mujeres que han compartido mi vida: las imagino cogiendo con sus parejas actuales. Primero siento unos celos amargos que se transforman en algo dulce como veneno: Termino teniendo erecciones enormes y excitándome. Ahora me imagino a mis ex mujeres en la cama con otro o con muchos: eso me alimenta. Me recorre por la espina dorsal una descarga eléctrica que estalla en mi verga. Me sacudo. Es tan, pero tan excitante, que ahora cada vez que quiero imagino cogiendo a mis ex parejas… es un acto vampírico. Ellas no lo saben pero yo estoy ahí con ellas. Estuve contigo mientras tu esposo te fecundaba y te preñaba de tu hija. Esa niña es mi hija también. Yo sentí cómo él eyaculaba, explotaba, te quemaba por dentro, te llenaba, como se te derramaba completo. ¿Te platiqué que supe cuando engendré a mi hija? Fue la misma poderosa sensación. La sentí bajar por la columna vertebral y vaciarse en el útero de su madre. Sabía de ella antes de nacer. Hasta escogí su nombre. Un nombre celta tenía que ser… Hice alquimia… ¿Comprendes? No, no entiendes. Bueno, sabías que quería tener hijas… Algún día te explicaré… Ahora, cuando no tengo sexo, pienso en todas ustedes, esté dónde esté: en el cine, en una piscina, en medio de una conferencia… ¡Y eyaculo! Me quedo temblando. Unos segundos de tiempo doblado. Luego no necesito comer. Ya me he alimentado. Por la calle, hombres y mujeres me miran. Hay una como electricidad estática en mi piel, brillan mis ojos, veo perfectamente a pesar de mi miopía…     
-No te creo…
-No te pido que me creas.
-¿Vamos al cine? Después…
-No.
-¿No? Pensé que después de quince años sin verme…
-¡Espera, no he dicho que no quiero! –ríe-. Antes debes conocer a alguien. Quiero hacer un trato contigo. Mañana es sábado. Te llamaré por la tarde. Por la noche estaremos juntos.
II.- Un largo fin de semana.
“P” va con su amigo librero. En la complicidad de las letras caben también los libreros. El viejo “lobo estepario” como gusta llamarle “P” al dueño de la librería sonríe al verle. A “P” se le van los ojos entre las estanterías. Una vez el librero le confesó: “Eres mi mejor cliente y mi amigo. En tus ojos está la avidez por el libro, buscas entre los estantes y encuentras más de lo que viniste a buscar”. Su amigo entrega a “P” un paquete cuidadosamente envuelto en papel negro y atado con un cordel. “P” paga. Su amigo sólo admite la mitad del dinero. Hay dos libros dentro pero uno se lo ha obsequiado. Guarda el paquete en la maleta de cuero dónde lleva, también, la lap top.  
“P” no usa reloj. El viejo teléfono móvil es, a la vez, una colección de números de antiguas amantes y una larga letanía de mensajes amorosos o francamente obscenos de tantas otras chicas y mujeres que se los envían. A veces no recuerda quién es la chica o la mujer que le ha enviado determinado mensaje. Una vez recibió por tres noches seguidas fragmentos de su novela que trata sobre darkies y orquídeas. “P” nunca supo quién era tal mujer. “P” piensa, alguna vez, dar esa lista a un editor. Sería maravilloso hacer un libro con esos mensajes y recordar… Pero sobre todo el móvil es un reloj que marca, para “P”, el continuum del sexo en una línea sin pasado ni futuro. Mira la hora. Aguarda en una esquina. No tiene necesidad de fumar, no tiene esa adicción que considera propia de mentes débiles, pero esta tarde ha comprado cigarros. Fuma un poco.
“K” llega por la esquina. Ante la presencia de “P” sonríe, baja la cabeza. Él le levanta el mentón con dos dedos. Con dos dedos entreabre sus labios. Ella cierra los ojos.
-¿Cómo va el tatuaje? –le dice.
-Bien, me he puesto la pomada.
-¿Sientes comezón? Yo sí.
-Sí.
-Tengo algo para ti. Primero vamos al cuarto y ahí abres el paquete-. Le entrega los libros.
En el aislamiento del cuarto “P” se siente cómodo. Fuera está un mundo. Dentro existe otro: ampliado, hecho de cuero y fuego, de metales y sangre.
-¿Qué pasará hoy, qué me enseñarás? –se sienta en la cama.
-Desenvuelve tu regalo.
Ella rompe el papel negro, desliza el cordel y libera los libros:
-“Historia de O” de Pauline Réage. “El erotismo” de Georges Bataille.    
-Léelos, entenderás muchas cosas.
Ella baja la vista mientras él abre la maleta de piel y extrae la venda.
-Quiero decirte algo…
-Yo también –dice él, sin verle.
-Yo… ya había leído el libro.
-Lo sé –dice “P” sin mirarla mientras saca la venda.
-¿Lo sabes?
-¿Por qué crees que te inicié tan rápido? Te reconocí en cuanto te vi. Eres como yo. Cuando mis amigos y yo, cuando el director de cine cuyo nombre siempre olvidas y el actor que tanto te gustó, te encontramos en la calle, supe quién eras. Mejor dicho qué eras. Lo vi en tus piercings. Lo noté en tus ojos.
-Eso no es cierto –Él la encara. Se sienta a su lado, en la cama.
-¡No me hables así! ¿Cuántos amos has tenido antes?
-No he tenido amos, eres el primero…
-Pero tú sabes de este mundo. Alguien te enseñó ciertas cosas.
-No como tú. Y jamás he conocido otra sumisa.
-Te quiero 24/7… pero es imposible mantener el ritmo. Acabo de conocer a una sumisa en Facebook. Ella me recordó eso. Es imposible mantener el ritmo sin que involucres el corazón. Es mejor vernos de vez en cuando. Pero a veces te necesito.
-Yo necesito tu dolor, el que me das…
-¡No vayamos a terminar vainillas! Espaciemos los encuentros. Yo ahora viajo mucho. Es mejor así. Ahora te diré lo que quiero que oigas: no soy un sádico… a ver, déjame pensar… debe haber un porcentaje de amos que buscamos más que eso solamente. Quiero decir: soy un sádico pero… -trata de encontrar las palabras adecuadas-, a veces tengo periodos largos… –él baja la vista, ella mira ese perfil alargado por la barba crecida, negra, dónde ya rayan algunas canas, un perfil de ave rapaz-. Tengo periodos de asexualidad. Me retraigo a mi mismo. Busco. Leo evangelios apócrifos, ¿sabes que tengo una tradición de escribir cuentos al estilo de evangelios falsos cada Semana Santa? En fin, la cuestión es que el sexo no me da mucho. Siempre quise más: alcanzar otra cosa. Nosotros, los de este mundo, somos quienes más nos acercamos a una revelación. Lo que se llama TopSpace: ver cosas, tener visiones mientras inflijo dolor. Tú has alcanzado el SubSpace: las visiones que una sumisa o una esclava, que no es lo mismo… son grados… en fin, tú has experimentado visiones…
-¿Qué buscas?
-No sé… ver… saber… Desnúdate. Te pondré la venda.
Ella lo hace. Él lo hace. Y también se desnuda. “P” la atrae hacia él. Recuesta el cuerpo tibio de “K” sobre su cuerpo, le penetra por detrás. Pasa un brazo alrededor de su cuello, ella siente que le asfixia mientras le penetra con fuerza. Entonces ”K” se sorprende. Sobre ella siente la tibieza de otro cuerpo. Alguien le penetra por la vagina con un pene duro, largo, grueso. El cuerpo sobre ella pesa. Le penetran con delicadeza primero y con furia después. Ella separa las piernas, abierta, fluyendo, sorprendida. Siente una abundante cabellera larga que se suelta sobre su cara. Separa los brazos, se entrega. Es una “X” humana. Una cruz de San Andrés. Una cruz de aspas… un molino de viento entre dos vergas que le muelen por dentro.
Los tres se duermen un rato. “P” despierta primero. Va a la mesa y se sirve agua de la botella de cortesía del hotel. “A” abre los ojos ante el ruido.
-¡Qué bonita… y joven! Es casi una niña… es aún mejor en persona que en las tres fotos que subiste a tu muro de Facebook.  
-¡Ah, anduviste curioseando! Una niña, quizá, que sabe más que tú y casi cualquiera con las que he estado antes. Por eso me ha enganchado. ¿Aún duerme?
-Sí ¿A poco sí te enganchaste?-. Ella se desabrocha el cinturón con el pene de cuero adosado. Él no responde.
“P” la llama con un dedo. Le ofrece agua. Ella va a coger el vaso cuando él lo acerca a sus labios. Le obliga a beber hasta que el agua se vierte y escurre de su boca. Escucha cómo golpea el vidrio frío en sus dientes y se deleita en la maldad que siente al empujar el cristal, hiriéndole la parte interna de sus labios.
Ella se deleita en el ligero dolor.  
-Ven –“P” coge la mano de “A” y la lleva al baño. Le pone debajo de la regadera y mira largamente ese cuerpo moreno, esa mujer casi tan alta como él y de caderas anchas, de nalgas maravillosamente redondas, de tetas turgentes. Pone una mano en su vientre, mete un dedo en su ombligo. Abre la llave y voltea el cuerpo de “A” de modo que quede mirando la pared. Se la folla por detrás y desde atrás. Le levanta una pierna. Sigue con ella, hacen ruido. “K” asoma tímidamente la cabeza por la puerta del baño. “P” voltea sin dejar de moverse dentro de “A”.
-Ven, pasa, no te quedes ahí.
“K” entra. En la mano lleva la venda que deja caer al suelo. Ver el cuerpo delgado y más bajo de “K”, sus pechos pequeños, el tatuaje, las perforaciones, al lado de la morena “A” es para “P” un contraste salvaje. Parecen una niña y una bacante juntas. En cierta forma lo son. Pero a la vez es un engaño. Una sabe más que la otra y eso lo sabe.  
-“K” te presento a “A”, mi primer “amor”, entre comillas… alguna vez modelo y la mujer que me envidiaron mis compañeros de universidad… con diversión de nuestra parte…
“A”, penetrada aún, mira atrás.
-Un placer… -gime cuando “P” le abandona, le lastima al retirarse de ella.
-Preséntense como es debido, ahora vuelvo.
“P” sale escurriendo agua y va a por el dildo con cinturón. Vuelve bajo la regadera. Lleva el cinturón sobre el hombro. Las chicas se besan, se acarician. “A” mete los dedos en la vagina de “K” y ella hunde un dedo entre las nalgas de “A”. Ambas tienen los ojos cerrados. “P” pone una mano sobre el hombro de “K”, le toca las nalgas con la otra mano. Coge el cinturón y comienza a abrocharlo en la cintura de “K”. Luego le obliga a penetrar a “A” pero “K” no se siente obligada, es, para ella, un verdadero placer entrar en ese sexo moreno, rojo por dentro como una boca, de “A” mientras “P”, a la vez, arremete fuerte por su ano.
En la cama, después, entre sábanas y toallas, desnudos los tres, las chicas le hacen preguntas a “P”:
-¿Has amado a alguien alguna vez?
-No lo sé… en su momento parecía que te amaba, ahora parece que amo a “K”… No, esto no es amor. Es tan solo exploración. Búsqueda. ¡Nenas, me hacen decir mamadas! Mejor dénmelas ustedes. Ven aquí –coge de la cabeza a “K” y le hunde la cara en su vello púbico-, y quiero que hables hasta que yo te lo ordene.
-¿Y yo qué hago?
-¡Ah, te está gustando esto! ¿Eh? Será un largo fin de semana...
“P” acerca el cuerpo de “A” y alcanza sus tetas, le chupa los pezones.
-¿De verdad no has amado a nadie? –pregunta “A”.
-Deja de hablar tú también y ocupa el lugar de ella.
-No lo creo…
-Dije que no hablaras, pequeña.
“K” baja la mirada.
-Iremos mañana a comer juntos, quiero bailar con ambas, quiero que me vean con ambas… la vida ha llegado a mí. Quiero vivir lo que me quede al máximo. Eso implica no amar. ¿Ustedes han amado a alguien?
Las chicas se detienen. “P” les pone un dedo a cada una sobre los labios húmedos de líquido seminal. Les da instrucciones de colocarse de rodillas, contra la testera de la cama, luego con las manos les empuja por la espalda para penetrarles por turno por el culo.
-Ahora quiero que contesten: ¿han amado a alguien?
-No –dicen ambas. “P” se turna para penetrarlas. Se corre en el ano de “A”.
-¿Y tú? –dice “A” girando el cuerpo sobre la cama.
“P” se limpia el pene en las nalgas de “K”. Se levanta. Se viste. Coge el teléfono móvil de “A”, lo revisa.
-Voy por algo para cenar.
Abre la puerta y avisa:
-Las quiero dormidas a mi regreso porque yo escribiré la crónica para el blog y la subiré.
Luego cierra. En el pasillo del hotel murmura: “no es cierto”. Pero no aclara si él nunca ha amado a nadie o sabe que ellas no lo han hecho jamás. Y mientras, va escuchando y viendo un video que encuentra en el moderno móvil de “A”:



lunes, 21 de mayo de 2012


El Trance
Las cinco horas de “K”. “P” llama a “K” a las dos de la mañana. No le interesa si ella duerme o se mantiene en vela. Ella tiene que hacer lo que él le ordena.
-En media hora en la plaza…
-Sí, mi Señor –dice ella.
-No, todavía no, mi amor –dice él-, eso tengo que ganármelo. El ritual de iniciación dice que debes llamarme “Señor” pero eso se gana. Llámame “P” y cuando sientas que me he ganado tu respeto, que te he enseñado a conocerte… entonces tú sola sentirás ese deseo… ahora ve a la plaza y espera.
            “P” y “K” se encuentran. Ella esta sentada en una banca. Un policía vigila en la esquina. Ve a la joven que sonríe. “P” se llena de lujuria que intenta controlar. Es excitante ver la reacción del policía que mira a la joven, casi una niña, que sonríe ante el hombre de barba, vestido de negro, que rompe la noche, se introduce en la plaza, como una especie de cuervo o ave aciaga sobre la presa. Ve a la chica que echa atrás los hombros (permanece sentada) y cierra los ojos cuando él levanta su mentón, su cara, para besarle los labios. “P” muerde hasta que sangra la boca entreabierta de ella. Pasa una mano debajo de la axila derecha, le levanta. Se van caminando sonriendo de un chiste que solo ellos comparten. Hacen seña a un taxi, abordan. El policía mira aturdido, un poco más envidiando que aturdido…
            En el hotel “P” hace sentarse a “K” sobre la cama. Están vestidos. Él le tiene recostada sobre su cuerpo, como a una niña pequeña.
-Tengo la llave de la casa vacía de una vieja tía que acaba de morir –explica-, ese será nuestro lugar. Le llamaremos “el pozo”. Mañana te llevaré a conocerlo. Cuando te llame te diré: ve al pozo e irás, solícita. ¿Es un acuerdo?
-Sí… -dice ella, levanta la cara pidiendo un beso.
-No –dice él -, ahora desnúdate-, te enseñaré el fuego…
-¿Y me quemará?
-Te quemará… con otro conocimiento… -ríe-. Sé que suena mamón pero es cierto. Termina y ven. Puedes mirar.
Él se desnuda. Abre la maleta de piel. Ella se acerca y mira, estira los ojos. Pinzas de metal, como para tender la ropa limpia, velas rojas, las esposas y una venda.
-Te vendaré los ojos, recuéstate en la cama, bocarriba.
Ella obedece.
-Estira los brazos y piernas. Los brazos sobre la cabeza.
Ella lo hace.
“P” le coloca las esposas en las muñecas y los tobillos, haciéndole formar una “x” humana. Cierra las esposas sobre los barrotes de la cama. Le pone la venda. Trabaja unos minutos encima de ella, con un dildo que hace penetrar en su ano y vagina. Cuando ella está a punto de experimentar el orgasmo, mojada como un pez recién pescado, él deja de manipular el dildo que le deja muy dentro de su vagina. Ella gime y tuerce la boca, se muerde los labios. “P” extrae una “Gag Ball” y la mete bruscamente entre los labios de ella. La cierra detrás de su nuca. Pone las pinzas en los pezones erectos. “K” se retuerce un poco.
-Tranquila –dice él-, aún no empezamos…
Enciende una vela roja. Acerca la llama a los pechos. Ella percibe el calor, respira agitada. “P” deja gotear la cera poco a poco, lentamente… En un momento dado crea ríos rojos en sus senos, su vientre. Escurre dos gotas sobre los labios de su sexo. “K” echa la cabeza a un lado. “P” retira el dildo y ocupa el lugar del juguete. Entra suavemente, luego con fuerza, brusquedad, mientras penetra el anillo rosado de su ano con rapidez.
Esta vez, sabe, no alcanzará ningún estado alterado de conciencia, está cansado pero quiere enseñarle a ella algo nuevo, quizá…
“K” escurre saliva por las comisuras de la boca. Cuando él termina dentro de ella parece dormirse sobre su cuerpo atado. Abre los ojos. Niega con la cabeza. Entra al baño. Se pone a cagar un rato, pensativo. Se ducha. Bajo el agua tiene pensamientos inconexos, escenas rápidas. El agua no es solución ni consuelo. Pega la frente a la pared de mosaico. La golpea con los puños. Se seca a medias con la toalla. Vuelve a la cama. Mira, contempla a “K” con detenimiento. Parece que ella se ha dormido. Penetra en su vagina con dos dedos, tres. “K” se mueve, despertando bajo la venda. Él mueve los dedos diestramente, toca, hunde las yemas dentro, los introduce más, ella se retuerce como puede. Es él una extensión de un látigo eléctrico que a ella le recorre el cuerpo. Le irradia. Levanta la cadera, dándose. Cuando parece que ella va a ser sometida al orgasmo él retira la mano. Le deja así, le mira. Ella no entiende bajo la venda. Pasan unos minutos que parecen largos. Vuelve él a repetir lo mismo, esta vez son cuatro dedos, cinco. El puño completo. Ella se expande. Abre los ojos bajo la venda. Es brutal pero distinto. Levanta la cadera. Dolor y placer son uno. Él entra y saca el puño. Extiende los dedos dentro. Desgarra.
-¿Estás bien? –Ella asiente con la cabeza -¿quieres que siga? –ella se curva, babea, llora, afirmando con la cabeza.
“P” gotea líquido seminal. Ha mojado el colchón. De repente, sin avisar, saca la mano. “K” está agotada pero aún así se deja fluir en un chorro de orina con sangre. Gruesos lagrimones escurren bajo la venda. Su cara cae sobre su hombro. “P” se recuesta a su lado. Retira las esposas. Ella no se mueve, dormida o desmayada. “P” la abraza. Duermen hasta las 7 de la mañana, hora en que suena la alarma del móvil de él. “P” le indica a “K” que se levante, que se vista, pide que le acompañe. Ella accede.
-¿Has visto el tatuaje en mi espalda?
-Sí –dice ella-, pero no creí conveniente preguntar.
-¿Qué? ¡No, mi amor! ¿Cómo puede ser eso? Cuando quieras preguntar algo, hazlo… me lo hice hace tres días. Mi amiga “J” estaba chateando conmigo, de pronto se me ocurre decirle que quería hacerme un tatuaje, un símbolo céltico, el Triskel… un Triskel modificado que contiene las letras S.S.C. en cada una de sus alas o piernas. Es el símbolo de la gente que, como tú y yo, vivimos un tipo de sexualidad distinta. 

-Sí: exploradores de la carne… buscadores… eso dijiste alguna vez… ahora voy entendiendo.
Ambos ríen.
-¿Lo quieres? ¿Quieres este símbolo en tu espalda, como el mío?
Ella lo mira. Le dice sí sin titubear.
Cuando “K” se sienta en la silla del tatuador, con la espalda desnuda y los pechos sobre el respaldo de la silla, “P” fotografiará todo el proceso. Ella escucha el sonido de la aguja eléctrica, que le recuerda la sesión del dentista, y se pone nerviosa. Cierra los ojos.
-Debe dolerte, nena, sólo así el tatuaje significará algo…
“P” extrae del bolsillo de su pantalón una hoja doblada y comienza a leer:
“Yo te heriré sin ira alguna,
Sin odio –como un carnicero-
Como Moisés hirió la roca
Y haré que broten de tus párpados
(…)
Las aguas de los sufrimientos.”
El tatuador demora un poco, espera la señal de “P” que deja de leer y asiente con la cabeza. Apaga la aguja eléctrica. Ella mantiene los ojos cerrados, la cabeza baja. El tatuador extrae una aguja hueca y un martillito. Comienza a trabajar con “K” usando un antiguo artilugio tribal. “K” intenta soportar el dolor. Cada golpe es una aguja de fuego que le penetra la espalda. No se mueve. Soporta. “P” sigue leyendo, son los versos de Baudelaire:
“Yo soy la herida y el cuchillo,
La bofetada y la mejilla,
Los miembros soy y soy el potro
Y soy el reo y el verdugo.”
“K” navega en el dolor, sus parpados aletean. Por un instante parece que va a desmayarse. El tatuador cesa. Él y “P” la atan a la silla con correas. El tatuador sigue su trabajo. Da golpecitos con el martillito sobre la aguja hueca que poco a poco deposita la tinta negra y gris bajo la dermis.
“Soy de mi corazón vampiro…”
“K” no escucha, no mira, el tiempo se le dobla, deja de importar. Parece que se duerme. Navega, sobrevuela, olas de dolor que parecen alas… son alas que le remontan lejos, muy alto, sobre colinas plácidas que chisporrotean hiriéndole la espalda con cien mil chispas incandescentes.
-¡SubSpace! –pronuncia “P”.                     
Y el dolor de ella no acaba pero ya no es dolor. Y no tiene palabras para saber qué es o cómo describirlo. 

lunes, 7 de mayo de 2012

La iniciación

A las 10:33 a.m. “P” despierta. Quizá se ha pasado un poco con “K” (eso le hace sonreír) sin embargo no ha dormido mucho. Ha estado revisando el blog con las crónicas, el muro de Facebook… pronto muchos seguidores, amigos, gente de su pasado, o simplemente seguidores, podrán identificarse en la historia que escribe. Todos serán personajes. ¿Acaso no dijo Shakespeare que el mundo era su escenario? Para “P” la realidad es un escenario.
Siente una modorra exquisita. Se lava la cara. Va al refrigerador y desayuna una copa de vino tinto y una rebanada de pastel de chocolate que aún sobra del cumpleaños de su hermano, el pasado 3 de mayo.
Saca algunas de las cosas de la mochila de cuero para el aseo personal. Su padre se ha levantado y duerme en el sofá de la sala. Ya hace calor. “P” se toma su tiempo, disfruta, lentamente, su ir y venir por la casa. Por fin coge el resto de las cosas y las arroja a la mochila. Revisa entre sus papeles, encuentra una hoja, la pone cuidadosamente en una carpeta de cuero y la cierra. La mete a la mochila. También agrega el collar de prueba, el consolador, la venda negra y la vela blanca. Coge una rosa roja y una rosa blanca de un florero, las envuelve en periódico mojado y todo lo agrega a la mochila. Sale. Aborda un taxi. Está un poco mareado por la excitación y la falta de sueño. “Es mejor así –piensa-, como siempre, no necesito meterme nada y estoy en onda…”
El taxi le deja al borde de la calle, “P” aún camina unas calles. Va evadiendo el calor matutino. Llega al hotel. Saluda a la chica del turno de mañana. Trata de abrir la puerta, se demora algo porque la llave no entra. Por fin abre. “K” está dormida o eso parece. También se ha orinado y ha mojado sábana, colchón y su propio cuerpo. La orina se extiende por debajo de su vientre, los pechos.
“P” abre las esposas diestramente, se concentra en ello, lentamente, sin prisa. Los pies de “K” caen sobre el colchón. Ella abre los ojos. “P” apenas le mira. Desata las cuerdas de sus tobillos y muñecas. “K” hace ruiditos bajos a través de la Ball Gag.
-Tranquila, tranquila… ya estoy aquí…
Le retira la Ball Gag. Entonces mira su cara. Ha llorado, tiene los ojos rojos y manchas de lágrimas. La saliva escurre por su mentón. Huele a orina, saliva y tiene sangre seca en los labios. Ella respira profundamente, suspira. “P” la abraza. “K” se queja.
-Estoy aquí, no te avergüences de nada… llora, grita. Hazlo ahora…
Ella suelta un suspiro profundo como un mar de pena y fluye, llorando. Llora y no deja de llorar. “P” goza, extasiado, conmovido, excitado. Le acaricia el pelo. Le acaricia las marcas de las cuerdas en muñecas y tobillos. “K” llora, no deja de llorar.
-Eso es, bebé… llora… así, así, deja que salga…
Ella intenta decir algo pero los sollozos se lo impiden. “P” sigue acariciándola. Entonces escucha apenas lo que ella quiere decir.
-¿Cómo? ¿Qué dices?
-Vi… -es un mar interminable de sollozos, de lágrimas-, vi algo…
-Sí, lo sé… ¿qué viste?
-Ahhh… -con dolor en las muñecas ella abraza el cuello de “P”- vi luces de colores… luego un hombre en llamas…
-Sí, cuéntame… quiero saberlo todo…
-¡Ese hombre eras tú! –ella lo abraza, se encoge como un bebé, se acurruca en las piernas de él. Él la acuna. “P” percibe cómo brotan dos lágrimas calientes, que llegan hasta su boca, saladas, a través del bigote. Exhala de puro conmovido.
-No cualquiera ve la primera vez… eres privilegiada… ¡y yo lo sabía! Te busqué mucho tiempo… tanto… incluso practiqué el matrimonio en busca de una esclava… ¡y estás aquí, ahora!
Ella dice algo por lo bajo, sin dejar de abrazarse a su cuello, la cara hundida en el cuello de él. “P” llora sobre el cabello de “K”. Percibe que ella quiere decir algo.
-¿Cómo, qué dices mi bebé?
-Eso crees ahora… pero aún falta tiempo… te has rendido a mí… aunque no eras virgen lo eras para este mundo al que recién has llegado. Ahora me pedirás que te ponga en peligro: que te azote, que te marque con hierros candentes, que te corte la piel con navajas… yo podría hacerlo pero este mundo se rige por reglas muy claras. Ahora estás vencida. Tu voluntad se ha derrumbado. Has renacido…
-Sí –dice “K”- ¡me siento viva! –vuelve a llorar…
“P” va desnudándose como puede, se quita la camisa y la camiseta, pasa a “K” a la cama de manera cuidadosa. Desabrocha su cinla de puro conmovido.
-Eso crees ahora… pero aún falta tiempo… te has rendido a mí… aunque no eras virgen lo eras para este mundo al que recién has llegado. Ahora me pedirás que te ponga en peligro: que te azote, que te marque con hierros candentes, que te corte la piel con navajas… yo podría hacerlo pero este mundo se rige por reglas muy claras. Ahora estás vencida. Tu voluntad se ha derrumbado. Has renacido…
-Sí –dice “K”- ¡me siento viva! –vuelve a llorar…
“P” va desnudándose como puede, se quita la camisa y la camiseta, pasa a “K” a la cama de manera cuidadosa. Desabrocha su cinla de puro conmovido.
Ella intenta decir algo pero los sollozos se lo impiden. “P” sigue acariciándola. Entonces escucha apenas lo que ella quiere decir.
-¿Cómo? ¿Qué dices?
-Vi… -es un mar interminable de sollozos, de lágrimas-, vi algo…
-¿Qué es lo que viste? –pregunta ella.
-Eso no te lo diré… es sólo para mí… lo único que puedo decirte es que escuché el llanto de un bebé… allá, lejos…
“P” se sienta al borde de la cama. Encoge las piernas. Hunde la cabeza entre las rodillas. “K” supone que él alude a su pasado pero no pregunta. Algo le dice que no pregunte.
-¿Quieres seguir adelante? –pronuncia sin verla.
-Sí…
-¿Quieres seguir adelante?
-Sí, sí…
-Sí… sí quiero… -ella titubea, baja la vista, levanta la cabeza, con los dedos toca el hombro de “P”- ¿veré cosas como las que vi esta noche?
-Muchas más… y sentirás cosas que nunca has sentido… esta noche te hundiste en el Sub Space… dime ¿qué droga te provoca eso?
-Una vela ritual siempre debe encenderse con cerillos, jamás con encendedor…
-¿Qué?
-Ya irás aprendiendo poco a poco.
“P” se acerca a la cama. Coge de la mano a “K”. Tira de ella para que pise el suelo. La acerca a la mesa. Extrae el papel de la carpeta.
-Quiero que leas esto… luego me dirás si accedes a hacerlo.
“K” lee con atención. Sus ojos se abren conforme lee. Al final sonríe.
-Sí, quiero.
-Te pregunto una vez más y por última vez ¿quieres hacerlo? El mundo en el que yo me muevo tiene reglas, pero esas reglas se han escrito para que ambas partes lleguen a un consenso dónde el placer y el dolor, las antípodas del ser, se curven, se tuerzan en un círculo, un cabo de cuerda mediante el cual los amantes sepan hasta dónde apretar el nudo… ¿accedes, pues a entrar a mi mundo? En él encontrarás a muchos como nosotros y te sentirás protegida, amada y aprenderás muchas cosas… sobre todo de ti misma.
-Sí… sí quiero… -ella titubea, baja la vista, levanta la cabeza, con los dedos toca el hombro de “P”- ¿veré cosas como las que vi esta noche?
-Muchas más… y sentirás cosas que nunca has sentido… esta noche te hundiste en el Sub Space… dime ¿qué droga te provoca eso?
-Entonces… adelante…
-Lee siguiéndome…. ¿vienes a mí de tu propia voluntad?
-Sí, vengo libremente.
-¿Aceptas libremente que te someterás a mi hasta la medianoche del día 5 de mayo de 2013?
-Sí, soy desde hoy tu esclava hasta entonces.
-¿Juras solemnemente por todas las cosas que consideras sagradas que me darás cuanto pida, totalmente, sometiéndote sin trabas, a mi disfrute de ti durante ese tiempo?
-Sí, lo juro por todo lo sagrado, mi Señor.
-Repite conmigo: juro solemnemente someter a tu voluntad mi corazón –ella toca su corazón y el de “P”-, mi mente –ella toca su frente y la de “P”-, y mi alma –ella toca sus labios y los él-. Juro solemnemente obedecerte inmediatamente, sin reserva y sin vacilación en lo que me pidas. Juro solemnemente parecer hermosa a tus ojos y sonar graciosa a tus oídos.
“P” levanta la barbilla de “K”, de manera instintiva ella echa los pechos hacia delante.
-Soy tu Señor.
-Eres mi Señor.
-Soy tu Amo.
-Eres mi Amo.
-Soy tu dueño, eres mi esclava, tu cuerpo es mío, tu boca es mía, sirves a mi voluntad, a mi palabra, a mi placer.
-Eres mi dueño, soy tu esclava, mi cuerpo es tuyo, mi boca es tuya, sirvo a tu voluntad, a tu palabra, a tu placer.
-Sí… sí quiero… -ella titubea, baja la vista, levanta la cabeza, con los dedos toca el hombro de “P”- ¿veré cosas como las que vi esta noche?
-Muchas más… y sentirás cosas que nunca has sentido… esta noche te hundiste en el Sub Space… dime ¿qué droga te provoca eso?
-De la misma forma que he hecho uso de esta flor hago uso de ti. Viniste desnuda a mi… -“P” extrae el collar de prueba y lo abrocha alrededor del cuello de “K”-, lo usarás siempre que te lo ordene… -“P” amordaza la boca de ella con la venda negra-, hablarás siempre que te lo ordene… Tu cuerpo está para mi placer. Muéstralo. Levántate y enséñame las nalgas.
“K” lo hace. “P” inserta el consolador en su ano expuesto, hasta el fondo.
-Mi voluntad penetra las barreras de tu cuerpo. Ahora póstrate.
“K” toca con la cabeza el suelo.
-Soy tu Señor. No aceptarás a otro y sólo a mi rogarás que te posea.
“P” pone un pie sobre la espalda de ella. “P” le azota las nalgas tres ve; mso-fareast-language: ES-MX;">Apaga la lap top. Termina de leer. Asiente con la cabeza. Pronuncia en voz alta, casi grita:
-Así es… ¡así es!
Luego intenta dormir, sin mucho éxito.

La prueba

Gente nocturna....                   
"K" llama a "P" a su móvil. Son las 2:45 a.m.
-¿Dónde estás? Necesito verte en este momento.
-Estoy en mi casa... acomodando los libros de mis estanterías... ¿dónde estás tú?
"K" da una dirección del centro de la ciudad.       
-¿Puedo quedarme contigo? -pregunta "K".
"P" se ríe.
-¡Claro que no, nena! Sabes que no te daré el teléfono de mi casa, ni sabrás dónde vivo ni a qué me dedico de verdad... con lo que sabes basta. Pero si quieres voy por ti y nos vamos a un hotel.
-Te espero aquí...
Es lo qurial','sans-serif'; font-size: 12pt; line-height: 200%;">"K" lleva una falda mini de mezclilla, una blusa café que le desnuda los hombros. Su bolso también de mezclilla barata, cuelga de su hombro. "P" le mira las piernas. Por la calle pasan unos perros persiguiendo a una perra. Van moteros que quizá sean dealers. Hay taquerías abiertas.
-Papito malo quiero una cerveza...
-Vamos, pero primero te encierro en el hotel.
En una calle oscura "P" rodea la cintura de "K", la atrae hacia sí, la abraza y muerde sus labios. Ella se ha puesto el piercing en el labio, a veces no lo usa. Él jala con lo dientes el aro, quiere que le duela pero a ella parece no importarle. -¿Qué madres es todo eso?
-Juguetes... te explico: la primera vez fue para saber si estabas dispuesta a seguir. Lo supe entonces. Ahora quiero que pases una prueba. Dímelo de una vez: ¿estás dispuesta a seguir adelante, no tienes miedo? Jamás haré nada que te ponga en peligro a menos que me lo pidas... esto que ves parecen cosas horribles... lo son para alguien a quien no le gusta el dolor. Tú eres masoca pero apenas lo sabes. Quiero que explores y quiero explorarte. Una vez más: ¿estás dispuesta a seguir?
Ella mira las cosas. Sonríe. Él, a la vez, sonríe. Ella es una exploradora. Él no se ha equivocado. Pasa las yemas de los dedos por las esposas, la ball gag, el gato de 9 colas.
-¿Qué madres es todo eso?
-Juguetes... te explico: la primera vez fue para saber si estabas dispuesta a seguir. Lo supe entonces. Ahora quiero que pases una prueba. Dímelo de una vez: ¿estás dispuesta a seguir adelante, no tienes miedo? Jamás haré nada que te ponga en peligro a menos que me lo pidas... esto que ves parecen cosas horribles... lo son para alguien a quien no le gusta el dolor. Tú eres masoca pero apenas lo sabes. Quiero que explores y quiero explorarte. Una vez más: ¿estás dispuesta a seguir?
Ella mira las cosas. Sonríe. Él, a la vez, sonríe. Ella es una exploradora. Él no se ha equivocado. Pasa las yemas de los dedos por las esposas, la ball gag, el gato de 9 colas.
-Voy por tus cervezas antes de que cierren. Creo que cierran a las 3. Quédate aquí, mira los vídeos. No tardo.
"P" sale. A una cuadra está uno de esos establecimientos que abren las 24 horas. A él le parecen atendidos por zombies, como la gente que va en el metro. Compra un six pack. 
Vuelve. El tipo del hotel lo mira. 
-¿Qué madres es todo eso?
-Juguetes... te explico: la primera vez fue para saber si estabas dispuesta a seguir. Lo supe entonces. Ahora quiero que pases una prueba. Dímelo de una vez: ¿estás dispuesta a seguir adelante, no tienes miedo? Jamás haré nada que te ponga en peligro a menos que me lo pidas... esto que ves parecen cosas horribles... lo son para alguien a quien no le gusta el dolor. Tú eres masoca pero apenas lo sabes. Quiero que explores y quiero explorarte. Una vez más: ¿estás dispuesta a seguir?
Ella mira las cosas. Sonríe. Él, a la vez, sonríe. Ella es una exploradora. Él no se ha equivocado. Pasa las yemas de los dedos por las esposas, la ball gag, el gato de 9 colas.
-El gato todavía no...
-¿Qué es el gato?
-Este látigo... 
-¿No me vas a pegar con el látigo?
-No, bebé perverso... todavía no... antes tienes que pasar esta prueba. Es más... ¡ya deja de hablar, coño y encuérate!
"K" se desnuda aprisa mientras "P" ondea el látigo en el aire. Las puntas cortan, zumban, cantan en el aire enrarecido del cuarto. "K" queda desnuda. Da varias caladas a su ca estado jugando con las cosas que "P" ha llevado. Juguetea en los dedos con un dildo al que le ha puesto lubricante.
-Ay, papito... ¿me prestas este juguete?
-Es tuyo... pero primero...
"P" se desnuda. Va al baño. Se ha abierto una herida en la muñeca izquierda que luego cubrirá con una muñequera de cuero. 
-A veces creo que soy switch... ven... bebe...
"K" está en la cama. Ha estado jugando con las cosas que "P" ha llevado. Juguetea en los dedos con un dildo al que le ha puesto lubricante.
-Ay, papito... ¿me prestas este juguete?
-Es tuyo... pero primero...
"P" se desnuda. Va al baño. Se ha abierto una herida en la muñeca izquierda que luego cubrirá con una muñequera de cuero. 
-A veces creo que soy switch... ven... bebe...
-¿Qué es switch? -"P" le impide hablar. Empuja la herida de la muñeca sobre la boca de "K". Le frota la herida en la cara, en la nariz... "P" se abre los labios de la herida. Sangra más. Con la mano derecha abre la boca de "K" a fuerza. Deja caer unas gotas de sangre en su boca. Luego se pone la muñequera. Seguirá sangrando por mucho tiempo. No le importará. 
-Acércate... -"P" extrae el condón. Obliga a "K" a deslizarlo con los labios hasta la base del pene. Ella apenas puede. 
Luego, "P" le pide que ella se recueste dándole la espalda. Él tira de sus brazos hasta acercarlos a sus tobillos. Con una cuerda ata las muñecas de ella a sus tobillos. Luego la acerca a la cabecera de la cama. Ella gime un poco.
-¿Estás bien?
-Tranquila... respira profundamente cada vez, luego suéltalo... quiero que alcances algo que se llama Sub Space. Es probable que veas cosas... es más probable que te duelan las articulaciones. Todo eso es normal. Te dejaré aquí. Me iré y no tardaré en volver. Al rato vendré y te desataré... me contarás todo. Esto se hace en un tatami, es como un petate japonés... a falta de eso lo tenemos que hacer aquí. Más adelante, si logras pasar esto te enseñaré más cosas...
"P" se la folla por vagina y ano. Antes de venirse se retira. Se quita el condón de un tirón. Apenas desliza dos veces, duro, la mano sobre el pene y se viene sobre las nalgas de ella. Va al baño. Abre el agua caliente. Se sostiene de la pared. Respira con dificultad. Un escalofrío le pone la piel de gallina. Cree que va a desmayarse por un instante. 
-Tranquila... respira profundamente cada vez, luego suéltalo... quiero que alcances algo que se llama Sub Space. Es probable que veas cosas... es más probable que te duelan las articulaciones. Todo eso es normal. Te dejaré aquí. Me iré y no tardaré en volver. Al rato vendré y te desataré... me contarás todo. Esto se hace en un tatami, es como un petate japonés... a falta de eso lo tenemos que hacer aquí. Más adelante, si logras pasar esto te enseñaré más cosas...
"P" se la folla por vagina y ano. Antes de venirse se retira. Se quita el condón de un tirón. Apenas desliza dos veces, duro, la mano sobre el pene y se viene sobre las nalgas de ella. Va al baño. Abre el agua caliente. Se sostiene de la pared. Respira con dificultad. Un escalofrío le pone la piel de gallina. Cree que va a desmayarse por un instante. 
-No... -dice.                                                                                                                              
Se baña aprisa. Sale del baño. Sin ver a "K" usa el desodorante, se peina, se pone el boxer, camiseta, la camisa de algodón blanca, los pantalones de mezclilla, los zapatos sin calcetines. "K" hace ruiditos guturales. "P" la ignora. Echa todo de manera descuidada en la mochila y sale. Lleva la llave consigo. 
Son las 4: 45 a.m. camina aprisa hasta abordar un taxi para volver a casa. 
Esto sucedió hace unos minutos. "P" llega, escribe su crónica y se va a dormir...